viernes, 4 de octubre de 2013

Lo que no existe

("Desnudo", xilografía)



Recostada en la baranda que me separa del abismo
después de la noche más oscura
quiero entornar los ojos
ver el círculo
y los recortes de cielo que se hacen entre las ramas
suspendido en pétalos amarillos
y un colibrí azul
quiero el aire con olor a trementina
con perfume a madera de alcanfor
jazmín rosa tilo de noviembre
rendida ante el lenguaje original
prescindiendo de las lógicas formales
quiero que leas mis silencios
por un cadencioso recorrido sin fin
una sola faz un solo borde
resueltas las manos
a rodear lo que no existe
quiero preservar mis huesos
en la habitación de las puertas desquiciadas
y revelar  el destino de mis espacios vacíos

miércoles, 29 de mayo de 2013

Collage


Se suelta el hilo que sujetó en la mano
pequeña
y todo los papeles caen desparramados al piso
recortes acaso inconexos se reúnen y ordenan
toman de la naturaleza lo que le es propio
la máxima economía
despojándose de todo detalle irrelevante
para alcanzar la expresión esencial
fortalecida
invocación espiritual tan antigua
única pieza entera de un juego de matrioskas
la que da a las demás su medida
dueña absoluta de esas formas
de apariencia frágil como una flor de almendro
de sentimiento libre
inasible
si no se puede atrapar la luna en el aljibe
intento de recrear  la emoción de esa nena
corría una mañana de diciembre
por las veredas de Villa Soldati
tironeaba del hilo de una nube blanca y amarilla
la seguía saltarina jugueteando con su candoroso vestido
así.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Es una pena que no te acuerdes de tu último sueño


Te voy a contar.
Subimos al elefante rojo en un barco de madera y comenzó el viaje.
Apenas nos empujó el viento fue fácil despegar,
enseguida remontamos vuelo. Bajo el impulso
de algún deseo oculto de la naturaleza
abandonados a un fluir constante
dibujamos nuestros destinos en el aire.
Ignorábamos lo que vendría después pero
el vuelo era hermoso por sí mismo
como los preludios de Debussy. O de Chopin.
Volamos tan alto que llegamos a ver la luna tan de cerca
que no veíamos otra cosa, aunque me digas que no podrías
ver a nadie más que a mí. Puede que la confundieras conmigo
a veces también me siento luna.
Y te sueño dormido en el monte Latmos, soñándome.
No hizo falta descifrar los designios del cosmos
para que la luna fuera aquella noche
como cada noche de luna, objeto de fascinación.
Tan antigua como la materia visible de la que estamos hechos
y de la invisible que nos completa, se exhibía
sin embargo, de una forma plenamente nueva.
Permanecimos contemplándola un rato largo.
No me pidas que te diga cuánto, no puedo saberlo.
Intento establecer un lugar para el instante inicial
y otro para el último pero, me complico en una tarea inútil.
Tal vez todo sea como ella, circular
e inicio y fin coincidan en un punto.
Me cuesta estimar el tiempo, sabés.
Se me escapa, amor, el tiempo, el sueño.
Durante el descenso, inevitable, nos movíamos
en el espacio abierto como si fuéramos la música misma.
Después sobrevino el silencio. El sueño terminó con la palabra.
Y ya no puedo seguir.